lunes, 14 de septiembre de 2009

PERFUMES: Un poco de HISTORIA


LOS EGIPCIOS:
Las fragancias de las flores, y los olores de los animales, y minerales han sido apreciados por el hombre desde su existencia, hasta tal punto que el perfume, etéreo, agradable, volátil y expansivo fue la ofrenda más adecuada que encontraron los hombres para comunicarse con sus dioses y rendirles culto.
El arte de extraer perfumes se practica desde tiempos inmemoriales. Plínio coloca el origen de la perfumería -almizcle, incienso, ámbar, mirra y jazmín- en los países de Oriente (India, Arabia, Islas de Tylos) en el siglo XIII antes de Cristo, aunque se sabe que el incienso se utilizaba 3000 años a.C.
ANTIGUO EGIPTO
Aunque el perfume, en el sentido actual de una solución a base de alcohol, no existía en el antiguo Egipto, las sustancias aromáticas desempeñaron un papel esencial en esa gran civilización mediante dos tipos de preparados: las fumigaciones y el uso de bálsamos y ungüentos. Respecto a los ungüentos y los aceites perfumados, se aplicaban sobre una piel sana o herida según se usaran para fines cosméticos o terapéuticos. Se desconocía la destilación, y asimismo el alcohol puro, por lo que se empleaban productos grasos (aceite vegetal, grasa animal) para absorber los olores de las flores y las resinas.
Desde el Imperio Antiguo al Imperio Medio, los perfumes se reservaron más bien a usos religiosos: aplicaciones purificadoras, ofrendas a los dioses y culto a los muertos.
Durante el Imperio Nuevo (1580-1085 a. J. C.) los perfumes también se utilizaron como objeto de uso profano, aunque solamente los fabricaban los sacerdotes, creaban fórmulas aromáticas para cada ceremonia, pulverizadas o maceradas sufrían procesos de varios meses hasta que se obtenía la fragancia adecuada ya que cada celebración tenía su fragancia específica. Las mujeres usaban los ungüentos y los aceites aromáticos para su tocado o como cosmético y eran algo imprescindible que esta civilización concedió al cuidado del cuerpo y a la estética. En ellos se ve como los egipcios ponían en el agua aceites mezclados con lima y después del baño se untaban con aceites perfumados para cuidar la piel. Las damas egipcias de alto estatus llevaban siempre bolsitos de goma en los rituales amorosos.
Fueron los egipcios los primeros que utilizaron los perfumes para su cuidado personal, hay numerosos relieves y pinturas que muestran el uso de cosméticos, aceites y otros productos perfumados.


LOS HEBREOS:
Los Hebreos utilizaban los perfumes tanto para quemar en el templo como para enterrar a los muertos como demuestran las frecuentes alusiones en la Biblia a los perfumes y aromas.
Las sustancias mas utilizadas para elaborar perfumes, aromas y bálsamos eran los áloes, canela, madera de sándalo, alcanfor, nuez moscada, clavo y muchas otras sustancias vegetales y un nutrido conjunto de otros productos no menos olorosos pertenecen al Oriente, y durante siglos han sido desconocidos por el resto del mundo.
Los historiadores mantienen que los judíos usaban los perfumes prácticamente solo para uso ritual funerario y religioso y confirman que los judíos reservaron los perfumes para el culto sin llegar a utilizarlos para el aseo personal que les estaba prohibido basándose en los textos del Levítico en el que se imponía el castigo para aquellos que empleaban para sí los perfumes reservados para el santuario , o bien porque la vida nómada no les permitía ocuparse de un arte que pertenecía a civilizaciones avanzadas. Luego, aparece en el Evangelio cuando una mujer derrama sobre los pies de Jesús un frasco entero de perfume carísimo. Dando a la idea de que con el tiempo en la vida sedentaria, comenzaron a usar el perfume sobre el cuerpo, pero siempre se trató de una sustancia de lujo y sagrada, dedicada a la comunicación con Dios.


GRECIA Y ROMA:
Grecia adoptó de Egipto el gusto por los perfumes y a su vez estos se los transmitieron a los romanos, tanto los griegos como los romanos fueron los que desarrollaron los perfumes para el aseo personal.
Heredoto cuenta que las mujeres de Saytes trituraban sobre una piedra la madera de los cipreses, cedros e incienso añadiendo cierta cantidad de agua hasta que todo adquiría la consistencia de una pasta que se aplicaba a la cara y el cuerpo desprendiendo un agradable aroma y dejando la piel suave cuando se quitaba. Homero narra como Venus vela día y noche los restos de Héctor, vertiendo sobre él un perfume y, hablando de Ulises, cuenta que tenían braseros para quemar perfumes y aromatizar las estancias de las casas. Aunque al principio estaba rigurosamente prohibido que los griegos vendiesen perfumes a los romanos, su uso se fue haciendo cada vez más general y se fue creando un gran mercado de perfumes y de ingredientes para fabricarlos que los romanos traían principalmente de los países conquistados en Oriente.
Los perfumes se utilizaban tanto para el cuerpo como para la vida social y religiosa, tenían perfumes diferentes para cada parte del cuerpo, en forma de pomada, crema, aceite o totalmente liquido como los perfumes actuales (con los perfumes también se desarrolló la industria de frascos, principalmente de alabastro, que podían ser considerados como joyas) lo que dio lugar a numerosas sátiras (Marcial: "Postumus... es sospechoso porque siempre huele bien, y oler siempre bien es tanto como oler siempre mal..." )
Los romanos eran muy amantes de los perfumes, lo utilizaban para perfumar los baños (mezclados con aceite y leche) para sus habitaciones, sus muebles, etc; cuando tenían una representación escénica el velo que recubría el anfiteatro estaba impregnado de agua de olor, dejando caer una lluvia perfumada sobre los espectadores cuando se extendía; Las águilas romanas eran perfumadas antes de las batallas y la ceremonia se repetía si lograban la victoria.
Nerón fue el emperador que utilizó de una forma más estrambótica los perfumes; después del funeral de su mujer Popea, (a la que él mismo mató después de propinarle una patada en el vientre estando embarazada), hizo quemar sobre la hoguera de su incineración más incienso del que produce toda Arabia en un año.
Desde la antigüedad, el ser humano ha intentado con todos los medios a su alcance disimular su olor.
Los textos históricos, alaban el buen olor corporal de Alejandro Magno, que era capaz de perfumar estancias enteras sólo con el aroma de su cuerpo. Los egipcios, griegos y romanos se impregnaban de aguas perfumadas; en la Edad Media se utilizaban ungüentos a base de ámbar, musgo o civeta que dejaban un fuerte olor; en los siglos XVIII y XIX los aromas extraídos de los animales pasaron de moda y se volvió al agua de flores la música del perfume
Es interesante comprobar que los auténticos expertos del perfume desde los denominados -"olfato" ó "nariz" de apodo, hasta los cultivadores de campos de rosas o lavandas en los prados de Grasse, o los químicos fabricantes de materias primas aldehídicas-, establecen una auténtica correlación entre el perfume y la música, evocando a granel notas, pausas, escalas, armonías... Sin duda porque en ambas actividades, muy distintas en apariencia, se mezclan aprendizaje e intuición, respecto a las reglas (partitura, receta, fórmulas) e improvisación, técnicas siempre más sofisticadas y buen tacto tradicional, junto con la genialidad sin la cual es imposible lograr una maravillosa sinfonía o un maravilloso perfume.


Un camino de siglos
El largo camino que ha de recorrer el perfume de la flor al frasco empieza con la calidad de las materias primas. Una mala cosecha de flores, arruinadas por las lluvias o por el calor, es tan catastrófica para el perfumista como una mala cosecha de uvas para el viticultor. Esta exigencia de calidad es igual con la química, pues de malos componentes se logran malos productos. Y continúa con las técnicas de fabricación. Se han necesitado siglos para que hombre llegase a dominar los mecanismos que permiten obtener esencias de las plantas. Ha hecho falta la ayuda de la ciencia para que pudiera recrear artificialmente lo que existe en estado natural y que, mejor aún, pudiera otorgar a los perfumes el olor del mar, del rocío matutino, del algodón en rama o del chocolate caliente. Son miles las personas en todo el mundo que se mueven en torno a esta industria.
Desde los campesinos de la Provenza francesa o las mujeres que recogen la flor de Lavanda o de Ylang-Ylang, hasta los "narices" que pasan las horas antes su "piano" intentando encontrar la fragancia perfecta, a ese hombre que ante la pantalla del ordenador ve pasar la definición molecular de una flor o a los obreros de la fábrica que embalan, incansablemente, los frascos de un valioso perfume, los diseñadores que elaboran la caja, los creativos de vidrio que buscan el mejor frasco, o los publicistas que realizan el lanzamiento del perfume...


Una sustancia de valor
Es esa interminable cadena la que convierte al perfume en una sustancia tan apreciada, a la vez elitista y universal, eminentemente personal y, a la vez utilizada por miles de personas en todo el mundo.
El perfume es desde miles de años antes de nuestra era un elemento de distinción. En principio estaba reservado a los sacerdotes, el estamento más distinguido y a los reyes o faraones, auténticos dioses. A lo largo de las épocas fue pasando a los demás estamentos y siempre el perfume ha mantenido su sentido de exclusividad, pero ante todo es lo que forja la memoria de cada uno de nosotros: El olor fresco de la mañana, la fragancia misteriosa e insinuante que el amante de una tarde se esforzará por reencontrar, perfume de moda percibido en cada rincón de la calle, el olor nostálgico respirado al azar y que nos sume en los olores de nuestra infancia, o en el reencuentro de la juventud.
Hoy, donde la distinción parece ir indefectiblemente unida a las marcar más importantes, caras o prestigiosas, el perfume es la ocasión y el motivo de poseer una de esas grandes marcas, de acercarse al mundo de lujo y distinción que las rodea.



LA INDIA:
El país asiático sigue siendo un gran exportador de materias primas para la elaboración de fragancias.
La India, cuna de multitud de flores y plantas aromáticas, tiene la virtud de suministrar materias primas a los perfumistas más reconocidos. Esta tendencia viene desde los tiempos del antiguo Egipto, cuando para elaborar aromas en la tierra de los faraones ya se importaban sustancias como el sándalo, el incienso, la mirra o el áloe y multitud de especias, como la pimienta, el azafrán o el clavo, además del jengibre y el pachuli, aromas persistentes e intensos.

Pero en la India no sólo se vendían estas sustancias aromáticas, sino que también hacían uso de ellas, como no podía ser de otra manera. Allí, el perfume estaba asociado a los ritos religiosos y se empleaba para mantener alejados a los malos espíritus, tan presentes en la mitología hindú.

Al igual que pasaba en todas las civilizaciones antiguas, en los textos escritos que nos han llegado de la cultura india, se cita el empleo de ungüentos y bálsamos. De ellos se desprende que el uso habitual del perfume estaba reservado para las castas superiores, que solían untar sus cabellos con aceite de nuez macerado con flores. No hay duda de que el sándalo era el rey de los aromas en la India, sin olvidar el jazmín y la rosa, cultivada sobre todo en Cachemira y de la que se obtenía una esencia, el ather.

Y un dato anecdótico: entre las 64 artes que recoge el kamasutra (el libro hindú de las artes amatorias), una es obligatoria para los amantes, perfumarse.



LA EDAD MEDIA:
En esta época se creó el primer perfume hecho con alcohol y se reconoció la profesión de perfumista.
Con la caída del Imperio Romano y, sobre todo, debido a la influencia de los mensajes de austeridad y recato propagados por la Iglesia durante la Edad Media, en Europa, el mundo de los aromas tuvo un importante parón. El componente sensual y frívolo transmitido por los perfumes no era del agrado de los altos estamentos eclesiásticos. Pero este alto en el camino fue sólo temporal y es que el perfume había llegado para quedarse. Los intercambios culturales entre Oriente y Occidente y las cruzadas favorecieron la propagación y difusión de actitudes, materias primas y culturas referidas al baño.

Hubo, incluso, dos hechos relevantes en lo referente a los perfumes durante el medievo, que cambiaron el rumbo de su historia. Sobre todo, hay que destacar el estatuto que el rey Felipe II Augusto de Francia concedió en 1190 a los perfumistas, lo que significó un claro reconocimiento de la profesión. Sorprendió a los perfumistas, que hasta entonces habían trabajado por su cuenta, con una concesión mediante la cual fijaba los lugares de venta de perfumes y reconocía la profesión como tal, así como la utilidad social de estas sustancias. Fue entonces cuando se empezaron a crear escuelas donde se formaron los primeros aprendices y oficiales de esta profesión. Tras cuatro años de estudios, pasaban a ser maestros perfumistas que supervisaban los trabajos de prensado de pétalos, maceración de flores, mezclado de ingredientes y, en resumen, expertos encargados de conseguir la fórmula del perfume deseado. Francia se convirtió así en el reino del perfume. Además, en 1370, la reina Isabel de Hungría elaboró el primer perfume hecho a base de alcohol que se conoce, L'eau hongroise o Agua de Hungría, lo que supuso un hito.


La herencia de los árabes
No es del todo cierta, por lo tanto, la idea preconcebida de que en esta época los aromas quedaron relegados totalmente: lo cierto es que no fue la Edad Media tan sucia como se cree. La práctica del baño era generalizada y éste solía tomarse en agua aromatizada y especias. Todavía en muchos lugares de España existen bien conservados o en ruinas unos llamados “baños árabes” que muchas veces no eran tales sino judíos, pero que eran usados por los cristianos. Las condenas que se hacían del uso de dichos establecimientos se basaban en la promiscuidad, y es que eran, en muchas ocasiones, centros de reunión y contratación de favores eróticos.



A finales del siglo XV, empezó a popularizarse el uso de perfumes per se. Los aromas más populares eran la rosa, el almizcle, la agalia, la violeta, la lavanda, el agua de azahar y fragancias orientales como el sándalo. Las aguas de olor, perfumes líquidos muy valorados y difíciles de obtener, eran guardados en una especie de barriletes de cristal o de metales y piedras preciosas que eran atesorados por quienes disponían de suficientes recursos, como el rey francés Carlos V. Posteriormente estos barriletes tomaron el nombre de pomaderas que solían ser cajitas de contenidos aromáticos con todo tipo de esencias perfumadas.

A finales del siglo XIX la industria de la perfumería francesa empleaba a más de veinte mil personas y realizaba un tercio de su cifra de negocios gracias a sus exportaciones.
La Exposición Universal de París consagró en 1900 ese éxito. El sector dedicado a la perfumería se hallaba espléndidamente decorado con una fontana central que unía entre sí a los distintos expositores . Estos no habían vacilado en contactar con los grandes nombres del "Art Noveau" para decorar sus espacios. Fué así como Héctor Guimard, creador de la decoración de las bocas del metro de París, diseñó los frascos del perfumista Maillot, y el grafista Alfons Mucha se distinguió con Hubigant.
El frasco, el envoltorio y la publicidad
Lo cierto es que, poco a poco, la percepción del perfume había cambiado. Aparte de la fragancia, otros elementos eran muy importantes, como el frasco, su envoltorio y la publicidad de su entorno. Los perfumistas se unieron a grandes nombres de la vidriería (Lalique, Baccarat), a grandes grafistas y a notables publicistas. La colaboración entre el perfumista François Coty y René Lalique fue una de las más fructíferas pues permitió al cristalero perfeccionar sus técnicas y producir, además de los frascos destinados a Coty, los recipientes de otros perfumistas, como Orsay, Guerlain, Lubin, Molinard, Piver, Roger y Gallet, Volnay...

Otros vidrieros contribuyeron a la ascensión de la industria del frasco. Para empezar, Baccarat con la creación de numerosos frascos Guerlain (Mitsouko, Shalimar, Coque d'or...), Desprez Hubigant y Caron (Narcisse noir); las vidrierías Brosse, más tarde, que obtuvieron el aplauso general a partir de los años 20 con el soberbio frasco sobrio y depurado del nº 5 de Chanel y la famosa bola negra del Arpége, de Jeanne Lanvin.

La perfumería moderna.
Con respecto a los perfumes, no cesaron de evolucionar, escapando ya al reino de lo efímero y la aproximación. François Coty fue el primero en asociar en sus composiciones aromas naturales con fragancias reconstituídas artificialmente. El origen que creó en 1905, es el primero de los grandes perfumes modernos. En 1917. creó el Chypre, que se convertiría en una familia olfativa de ese nombre, con el musgo de encina, láudano, pachulí o bergamota... Fragancias llamadas orientales o ambarinas se desarrollaron, constituidas por olores suaves, pulverizados, vainillados o procedentes de animales. Para los cuales era necesaria la caza de ballenas, por su ámbar, el castor por su castorea, los felinos por la civeta y los ciervos por su almizcle.


Si los productos de síntesis habían revolucionado la composición de los perfumes a finales del siglo XIX, una nueva categoría de perfumistas iba a trastornar la perfumería, la de los modistos, en 1911, Paul Poiret, que ya era famoso por haber liberado a la mujer del corsé, fue el primero en tener la idea de difundir un perfume para completar sus líneas de ropa. Bautizó a sus perfumes como "Les Parfums de Rosine", en honor a su hija mayor. Pero si Poiret tuvo el ingenio de asociar la alta costura con la perfumería, no comercializó su idea. Lo que sí hizo Gabrielle Chanel, que lanzó en 1921 un perfume que llevaba su firma. Y no fue un golpe de ensayo sino un golpe maestro. El ya legendarío nº 5, creado por Ernest Beaux, fue el primer perfume que incorporó aldehidos, productos sintéticos muy potentes que aportaron, aparte de su olor, un gran poder de difusión en las composiciones. Fue el primer perfume COMPLETAMENTE SINTETICO, sin ningún componente natural.


Y desafortunadamente, para los dioses y el culto sagrado de los aromas, los perfumes dejaron de tener componentes naturales. Los clásicos perfumes de Free Shops comercializados por las casas de moda, son enteramente compuestos por aromas sintéticos, con fijadores químicos, muchas veces altamente cancerígenos. Son de aromas complejos y deliciosos, pero perdieron todo aquel misticismo de las propiedades espirituales y terapéuticas para el alma y el cuerpo. Hoy es solamente un producto de ostentación e identificación.
Por eso parte de nuestra filosofía es retornar a los orígenes sagrados y místicos de la naturaleza, música aromática para el camino hacia Dios y los demás.

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